Yo no decía Ronaldinho, decía Iker Muniain

Cuando eres un niño del siglo XXI y vas al colegio, orgulloso de ser del Athletic, y abres debates futbolísticos con el resto de compañeros o intercambias cromos, los ídolos siempre estaban muy repetidos, populares y redundantes. Messi, Ronaldinho, Cristiano, Kaká… los de la vieja escuela. Personalmente, yo no decía Ronaldinho, decía Iker Muniain. Porque esos jugadores eran ‘molones’, regateaban, eran diferentes al resto, tiraban del carro de sus equipos. Y por ahí salió un travieso Bart Simpson con 16 años al que le gustaba mimar la pelota, encarar y driblar. Pues como Ronaldinho o Messi, pero del Athletic. Y eso era lo más.

Para muchos siempre será el ‘eterno jugador Sub-21’. Aquella promesa que nunca ha terminado de explotar. Solo los fieles seguidores de Iker sabemos que sí ha dado ese salto. Probablemente nunca llegó a tener la imagen y repercusión internacional que ha tenido Julen Guerrero, pero en la parte deportiva se podrían codear y comparar, con sus matices y su contexto. Nunca sabremos qué habría sido de la trayectoria de Muniain sin sus dos lesiones de ligamento cruzado, pero qué bien se levantó de ellas.

El de la Txantrea no solo se muestra como ejemplo en la resiliencia que supone estar casi 400 días lesionado. También en caer en los tropiezos y levantarse finalmente en la victoria. Lloró, fue elegante en la derrota, como en aquellas duras imágenes de La Cartuja con la Real Sociedad levantando el trofeo copero, y terminó venciendo. Difícil no recordar el “traguen veneno, que todo se equilibra al final” de Marcelo Bielsa. Porque parece estar escrito haber levantado su ansiada y muy buscada Copa en uno de los años más duros para Iker en lo que a protagonismo se refiere. Una temporada que le ha servido para mostrar una cara distinta, lejos de ese travieso jugador de 16 años que se divertía dejando rivales atrás. Ha sido un hombre de 31, que ya no recuerda esa inmadurez que siempre se le asoció con 18. Ejemplar, señorial y capitán sin brazalete en los banquillos y vestuarios. Solo quiso disfrutar de su última campaña como podía y debía. Por ello fue el más eufórico en todas las celebraciones posteriores a la 25ª Copa del Athletic.

Siempre fue el señalado. Ese atacante de baja estatura al que siempre se le pide más oficio defensivo y que sea la estrella las 38 jornadas ligueras. Constantemente expuesto por su dorsal 10, su sueldo y sus imágenes lejos de los terrenos de juegos. Nada de ello le ha hecho ser menos de lo que ha terminado siendo su figura, ni le importó apenas. Mostraba su amor por el Athletic con actos como el primer contrato sin cláusula en la historia moderna del club.

Ahora dice adiós, probablemente con esa espina clavada de no ser el One Club Man que siempre quiso ser. Ya parecía nostálgico y con aires de despedida ese “rubio loco que nunca os va a olvidar” que pronunció en el balcón del Ayuntamiento de Bilbao el 11 de abril. Yéndose por la puerta más grande posible, Muniain se va siendo el ídolo de la infancia que todos los athleticzales quisimos tener.

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