Sean más como Raúl

Raúl García celebrando un gol en Getafe | Foto: Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Tengo la conciencia tranquila de haber hecho lo que ha estado en mis manos. Me voy con la cabeza alta”. No sé si hay personas que pongan en duda esta creencia de Raúl García, la cual comunicó al vestuario anunciando su retirada. Es el consenso hecha afirmación. 

Y es que la vida es como ‘Rulo’ se ha tomado su trabajo durante sus 20 años de trayectoria profesional. Se te pasan por la mente todas y cada una de las carreras en las que se ha desfondado para llegar a ese despeje rival. Todas las segadas que ha realizado, yendo al límite en cada una de ellas. Todas las disputas, especialmente aéreas, en las que ponía su cabeza sin importar lo que pudiera pasar. Es la vida, el oficio y la forma de ver de un futbolista con una innegociable pasión. Un ejemplo para aquel que vive al 30% aquello que más le entusiasma y le da de comer. Un ejemplo para cualquier aspecto de la vida, sea laboral, sentimental o personal. De los jugadores que transmiten más que hablan. Todo ello vistiendo tres camisetas distintas, y hasta llegando a poner en duda su amor por el Athletic con su incorporación en 2015. Un gol ante el Getafe bastó para demostrar que nada de eso era real. Porque así funcionan los profesionales: hablan a través de sus actos y realizan su trabajo con total compromiso.

Para muchos, Raúl será el eterno ‘carnicero’. El que suelta el pie más de la cuenta, el que llega tarde queriendo. El que siempre protesta. Cuando se le ha cuestionado por esto último, siempre ha asegurado que sus compañeros alucinan, que él no es así fuera del terreno de juego. También se ha defendido afirmando que es su forma de estar metido en un encuentro. Todo ello, y más, le ha servido para ganarse el respeto de tres aficiones distintas. Imaginaos si hubiese jugado en veinte clubes distintos. No ha necesitado ser el más rápido, desequilibrante ni habilidoso. Suplió esa parte con garra, fuerza física, lucha y compromiso. 

Sean más como Raúl. Es darlo todo sin importar el ruido, ni lo que uno representa. Todo servirá para terminar tu trabajo y decir: “Tengo la conciencia tranquila de haber hecho lo que ha estado en mis manos. Me voy con la cabeza alta”.

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