AGUR SAN MAMÉS

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Felipe Pérez

5 Junio

Has permanecido solo durante muchos años, en esas semanas entre jornada y jornada. Seguramente escuchando el palpitar de la ciudad embotado en su rutina a tu alrededor mientras te abrías al cielo dejándote mojar por la lluvia o bañar por los rayos de sol. Y posiblemente silencioso y a oscuras por las noche, mirando las estrellas. Quizá rumiabas lo que sucedió en el último partido o te imaginabas cómo sería el siguiente. De vez en cuando iría alguien a cuidarte y engalanarte y tú mirarías paciente su trabajo y esperarías, hasta que por fin, el domingo, y sin necesidad de tocar las campanas, tus parroquianos volvíamos a ti, religiosamente. Para llenarte.

Y te colmábamos no solo de espectadores sino también de fútbol, de ilusiones, emociones, gritos y olores. De todo tipo, desde el aroma de tu césped al vino de las botas y los puros de sobremesa. Y de colores, contrastados el verde envidiado de la hierba y el azul del cielo con los propios y palpitantes rojo y blanco.

Y entonces rebosabas también vida y durante dos horas te agitabas con humanidad. Al límite de las sensaciones. Desde la ritual ascensión por las escaleras para redescubrirte pletórico, los saludos a los compadres de asiento y encenderse con el himno para recibir a nuestros representantes. Con los gritos tras una entrada fuerte, las quejas a los árbitros, los ¡uy! de las ocasiones falladas y los cantos de ánimo al equipo. Con nosotros comías nuestros bocadillos y repasabas lo sucedido en la primera parte del envite, y con la reanudación, nos hacíamos uno cuando te cerrabas sobre ti y lo hacías todo más cercano, más sobrenatural, más intenso, hasta que ya no había diferencia entre equipo, afición y estadio. Aplaudiendo al contrario cuando lo merecía y arrinconándolo cuando lo necesitábamos hasta conseguir el gol. Y los goles ¡Qué goles! ¡Cómo rugías, cómo liberabas la emoción acumulada! convertido en un anfiteatro que jaleaba a deportistas hermanos. Porque tú eres Fútbol.

¿Cuántas veces has vibrado con nosotros, soportando sin quejarte nuestros saltos, golpes, alocadas canciones y bailes, y otras tantas has tenido que acogernos, sosteniéndonos mientras maldecíamos nuestra suerte y llorábamos?

Te dejábamos después poco a poco, entre animados comentarios de jugadas y ensoñaciones de sumas y puntos, o cabizbajos y enfadados rumiando como solucionar el tropiezo. Poco a poco, hasta dejarte de nuevo solo, apagado, adormilándote mientras te limpian y recogen recuperando fuerzas.

Como te volveremos a dejar hoy.

Pero no para siempre. Has cambiado mucho a lo largo del tiempo. Has cambiado de traje, has crecido y te has vestido de largo, como hemos cambiado tus parroquianos, de ropas, de cánticos e incluso los nombre que gritábamos, pero tú y el Athletic seguías siendo el mismo. Y aunque hoy volvamos a llenarte de emociones, y desde tu corazón toques los nuestros, y nos despidamos, y recordemos tantas y tantas vivencias, no será un adiós. Será un hasta la siguiente jornada.

Porque solo te vamos a mover unos metros, y te vamos a cambiar el traje. Ya no tendrás esa elegancia clásica e inglesa, pero seguirás igual de vivo, ahora más moderno y ‘cool’, y nos acogerás a los mismos para compartir contigo las mismas vivencias con el mismo equipo.

Redescubrirte, saludar, disfrutar del juego, compartir la bota y el bocadillo, cantar el ánimo y celebrar el gol.

Y te llevaremos tus recuerdos, y te colocaremos a Pitxitxi, inmortal, para que sigáis haciéndoos compañía. Y esas noches mágicas entre semana que tanto deseamos disfrutar en Europa y en copa para hacerte más compañía, seguiremos llenando tus alrededores de fiesta y color, y agitaremos bufandas y almas en tu interior con desbocada euforia.

Porque hoy te decimos agur. Pero sólo para volverte a saludar en el próximo partido. Cuando nos volvamos a reunir, nosotros tus fieles,  el Athletic y tú, querida Catedral.

 

AGUR SAN MAMÉS!

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