Lezama 50 años. La esencia del Athletic

Para cuando comenzó a funcionar lo que hoy se conoce como la Escuela de Lezama en enero de 1971 el Athletic Juvenil era una referencia con soberbios resultados la década anterior y el Bilbao Athletic era una realidad que en seis años se había plantado en Segunda División. Cantera y Athletic. Athletic y Cantera, eran dos términos asociados desde que en 1939 hubo que recomponerse por completo el primer equipo tras la Guerra Civil a base de un trabajo mayúsculo de búsqueda de talentos.

La puesta en marcha de Lezama en 1971 fue una regeneradora visión de futuro, una genialidad que pasó inadvertida entre la masa social, en la que unieron tres vértices: un presidente adelantado a su época, Felix Oraa; Un genio del futbol en todas sus facetas, Piru Gainza; Y un gerente que supo dar cuerpo a una idea, José Ignacio Zarza. Uniendo a los tres, otra figura que con el paso del tiempo continúa siendo el gran desconocido de la historia del Athletic y que fue el formador de leyendas del club como Txetxu Rojo, Antón Arieta, Txutxi Aranguren, Pedro Lavín o Javier Clemente: José Luis Garay.

Aunque el paso del tiempo ha embelesado de romanticismo el inicio de la Escuela de Futbol de Lezama la realidad es que su nacimiento fue el fruto de una necesidad o de una búsqueda de soluciones. El primer equipo entrenaba en San Mames, el Bilbao Athletic en Etxébarri, igual que los juveniles. De ahí surgió la necesidad de unir a todos bajo un mismo paraguas y se compraron unos terrenos en Lezama con dos objetivos: unificar los entrenamientos del primer equipo y del futbol base y estar protegidos frente a una hipotética necesidad de tener que construir un nuevo estadio, puesto que la extensión de Bilbao más allá de la calle Licenciado Poza amenazaba el futuro de La Catedral. Talento y previsión por parte de Oraa que en esa época veía como se estaba levantando la Tribuna Este de San Mames, sobre la antigua y genuina General.

Lezama comenzó con tres campos. Tres. Una vez solventada la idea de la unificación, el Athletic arrancó con la formación de equipos infantiles tras convocar un torneo de fútbol en Semana Santa de 1971, bajo el olfato y la intuición en la captación de talentos de Gainza y José Lui Garay. De aquel primer torneo salió el que fue el primer jugador que llegó al primer equipo tras formarse en Lezama: Santi Urkiaga.

El modo de trabajar en Lezama desde el primer instante fue una simbiosis de ideas propias y externas. Se contaba con la batuta de Gainza y Garay pero se precisaba una metodología de trabajo y poner en valor la vanguardia en la formación y captación de jugadores. Ahí es donde entró en juego, la determinación del gerente Zarza para buscar los mejores ejemplos y adaptarlos a lo que es el Athletic y el carácter del presidente Oraa para rienda suelta a todos los movimientos sin titubear.

Zarza trabajó en dos direcciones: la escuela de futbol de Vichy en Francia, pionera en formación de futbolistas y la que se conoció tras un efímero viaje al país galo a visitar a Clemente que había sido operado allí de su maltrecha rodilla. Y en Madrid, donde un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Manolo Delgado de Meco, trabajaban en modernizar el trabajo con los jóvenes. Con ambos soportes, Lezama creo su propio modelo de trabajo, un modelo Athletic. Un modelo exclusivo y pionero en el futbol nacional, algo desconocido hasta entonces y que ha sido copiado en todas las escuelas de futbol que han venido detrás.

Los años 70 en Lezama fueron una búsqueda de nosotros mismos. La puesta en marcha de un proyecto formativo sólido, aprendiendo sobre la marcha, y que tuvo su punto álgido en 1979 con la llegada como máximo responsable de la escuela de Iñaki Sáez, el gran capitán. El último capitán en alzar una copa, con 338 partidos en el primer equipo, llegaba a Lezama a estructurar y profesionalizar la escuela tras haberla puesto en marcha y organizarla Piru Gainza que tomaba galones en el primer equipo a partir de 1981 como segundo de a bordo de Javier Clemente.

La incorporación de Iñaki Sáez profesionaliza Lezama. Sienta las bases de los siguientes veinte años con la consolidación de una estructura de futbol base en la que participan activamente leyendas del club como Nico Estéfano, Gonzalo Beitia, José María Argoitía o José Ángel Iribar y al que se incorporaría mediada la década de los ochenta, Txetxu Rojo, y más adelante Txutxi Aranguren y José María Amorrortu. Lezama se asienta tras dos décadas de existencia, se fideliza el proyecto, la idea y se consolida como esencia Athletic.

La aparición de la Ley Bosman en los albores de los años 90, cambia las leyes del futbol en la vieja Europa. Un club como el Athletic necesita reforzar su esencia para competir en la élite en un mercado tan fuerte como desconocido. Lezama debe reforzarse y lo hace. El proyecto camina a pasos firmes y una notable camada de jugadores en 1992, con la figura estelar de Julen Guerrero, aporta convicción en el trabajo y fortalece un objetivo cada día más complejo y sobre todo más competitivo por la guerra constante a nivel casi mundial en la búsqueda del talento y la diferencia entre los grandes clubes.

Amorrortu al frente de la factoría rojiblanca recoge el trabajo y la estabilidad de sus predecesores en el cargo, con una garantía: tiempo y proyecto a largo plazo. Lezama es intocable. Más allá de esferas de poder o intereses presidenciales, existe un pacto no escrito de no incluir Lezama en estériles debates que desestabilizan la institución. La Escuela de Lezama cumplió en 2001 sus tres décadas de andadura con resultados tan buenos que su propia existencia representa para la propia hinchada rojiblanca un motivo de orgullo.

El siglo XIX cambia el modelo de Lezama pero su fuerza histórica hace que se sostenga en lo que realmente es: el corazón del Athletic. La inercia y las bases puestas en los 70, 80 y 90 se mantienen firmes en épocas de constantes cambios al frente de la factoría rojiblanca. Una interesada y partidista lectura de la realidad del Club hace que por momentos, Lezama entre a formar parte del debate electoral y trae consigo vaivenes que desestabilizan, como nunca antes había ocurrido. Un dato revelador: en veinte años del siglo XXI, Lezama ha contado con el doble de máximos responsables que en los treinta años anteriores.

Y Lezama cumple 50 años. Inmiscuido en una sociedad cargada de contradicciones. No hay lugar a las dudas en la factoría rojiblanca. Convertida desde hace lustros en un centro de alto rendimiento, la Escuela de Lezama debe forjar el futuro de lo que quiere y debe ser el Athletic. Más allá de resultados puntuales, urge una visión atrevida e indómita del futbol manteniendo la esencia y el espíritu de lo que queremos que sea el Athletic Club. Sin debates electores o viscerales, Lezama necesita consenso. De esa unión y fortaleza han llegado siempre los mejores resultados de lo que hoy, como ayer, debe seguir siendo Lezama: Un espejo para el mundo del futbol.

50 años Lezama. Hoy como ayer. Zorionak, Lezama. Zorionak, Athletic.

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